Competition in this pair is now closed. Source text in English All travel is now merely a means of moving a camera from place to place, all travellers are ruled by the all-powerful lens. Visitors old-fashioned enough to wish only to stand and look with their anachronistic eyes are shoved aside by the photographers, who take it for granted that while they do their ritual focusing, nothing else may move or cross their vision. Those peculiar souls without a camera must step aside for those more properly occupied, must wait while the rituals take place, and must bide their time while whole coaches stop and unleash upon the landscape the Instamatic God. And the populations of whole countries seeing themselves cannibalised, swallowed up, vacuumed into the black-ringed staring eye, wrench what they can from the cannibals. You want picture my house, my camel? You pay.
None of this would matter, perhaps, if anything worthwhile was being accomplished. If all the constant busyness and clicking produced, at its end, what had not existed before, images of beauty captured or truth told. But, sadly, this isn't so. The camera is simply graffiti made respectable.
The camera is the means by which we stamp ourselves on everything we see, under cover of recording the Wonders of the World already wonderfully
recorded by professionals and on sale at every corner bookshop and newsagent. But what use to show Aunt Maud, back home, postcards of the Tuscan landscape, since we are not in the picture to prove that we were there?
No stretch of rocks has verity unless I am within it. No monument exists
but for my wife, leaning against it. No temple is of interest without my face beside it, grinning. With my camera I appropriate everything beautiful, possess it, shrink it, domesticate it, and reproduce it on my blank sitting-room wall to prove to a selected audience of friends and family the one absolutely vital fact about these beauties: I saw them, I was there, I photographed them, and, ergo, they are.
from "Amateur Photography: the World as it isn't and our Fred" by Jill Tweedie in the Guardian | The winning entry has been announced in this pair.There were 45 entries submitted in this pair during the submission phase. The winning entry was determined based on finals round voting by peers.
Competition in this pair is now closed. | Los viajes ya no son más que un pretexto para transportar una cámara de un lado a otro. Todo viajero responde a las órdenes del lente todopoderoso. Los visitantes chapados a la antigua que se conforman con mirar a través de sus anacrónicas pupilas quedan a merced de los empujones de los fotógrafos, convencidos de que, mientras estén enfrascados en el ritual de enfocar, nada ni nadie puede moverse ni interponerse en su campo visual. Los raros que andan sin cámara deben hacerse a un lado para no estorbar a los que sí tienen algo importante que hacer. Deben esperar a que terminen los rituales y buscar en qué matar el tiempo cuando ven llegar autobuses repletos de seguidores del dios de la instantánea. Poblaciones de países enteros, al verse devoradas, deglutidas y succionadas por la fija mirada del ojo mecánico, arrebatan lo que puedan a los caníbales. ¿Querer foto de casa? ¿De camello? Pagar.
Tal vez nada de esto importaría si se consiguiera algo valedero, si al final, con tanto ajetreo y golpes de obturador se produjera algo que antes no existía, se capturaran bellas imágenes o se revelaran curiosas realidades. Pero tristemente no es así. La cámara no produce más que una forma tolerable de graffiti.
Empleamos la cámara para imprimir nuestra huella en todo lo que vemos, so pretexto de dejar constancia de las “maravillas del mundo” aunque ya lo hayan hecho fotógrafos profesionales cuyas magníficas obras se venden en librerías y quioscos en cada esquina. Porque, a la vuelta, ¿de qué serviría mostrar a la tía Magda postales de paisajes toscanos si no figuramos en la foto para demostrar que efectivamente estuvimos allí?
Ninguna formación rocosa es verosímil si no la agracia mi persona. Ningún monumento existe si no tengo una foto de mi esposa recostada a él. Ningún templo resulta interesante si no se ve a su lado mi carota sonriente. Con mi cámara me apropio de todo lo bello, lo poseo, lo reduzco, lo domestico y lo reproduzco sobre la pared de la sala de mi casa para demostrar a un selecto público de amigos y familiares el único dato absolutamente esencial acerca de estas bellezas: las he visto, he estado allí, las he fotografiado, luego existen.
de "Amateur Photography: the World as it isn't and our Fred", artículo de Jill Tweedie publicado en el diario ‘The Guardian’.
| Entry #3358
Winner Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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36 | 8 x4 | 1 x2 | 2 x1 |
| Hoy en día, los viajes no son sino una forma de mover la cámara de un lugar a otro. Los viajeros viven dominados por el omnipotente objetivo. Aquellos que, aún chapados a la antigua, pretenden únicamente observar inmóviles a través de sus anacrónicos ojos, son empujados a un lado por los fotógrafos, quienes dan por sentado que nada puede perturbar o cruzarse en su campo de visión mientras llevan a cabo el ritual del enfoque. Esas extrañas almas desprovistas de cámara deben apartarse ante aquellos con más elevadas ocupaciones, deben aguardar mientras se celebra el ritual, deben esperar la hora propicia mientras autocares enteros efectúan paradas y liberan sobre el paisaje al Dios Instantáneo. Así, los pueblos de países enteros, al verse devorados, engullidos, absorbidos por el penetrante ojo de halo negro, arrebatan lo que pueden de los caníbales. ¿Quiere foto mi casa, mi camello? Paga.
Nada de esto importaría, quizás, si con ello algo loable se alcanzara. Si todos esos constantes agobios y disparos produjeran, al final, lo que nunca existió, si capturaran imágenes de belleza o la verdad contaran. Por desgracia no es esa la realidad. La cámara es simplemente una pintada que se ha hecho respetar.
La cámara es el instrumento que nos permite imprimirnos en todo aquello que vemos bajo pretexto de registrar las Maravillas del Mundo, ya maravillosamente inmortalizadas por profesionales y a la venta en cualquier quiosco y librería. Mas, ¿de qué serviría, al regresar, enseñarle a la tía Rosa postales de la Toscana, si no salimos en la foto para demostrar que estuvimos allí?
Las montañas sólo existen conmigo en ellas. No hay constancia de monumento alguno a menos que mi mujer aparezca junto a él. Los templos carecen de interés sin mi rostro sonriente junto a ellos. Con mi cámara me adueño de lo que es bello, lo hago mío, lo reduzco, lo subyugo y lo reproduzco sobre la desnuda pared de mi salón para demostrar a una escogida audiencia de amistades y familiares la verdad absoluta inherente a tales bellezas: Yo las vi, estuve allí, las retraté y, por tanto, existen.
Fragmento extraído de "Amateur Photography: the World as it isn't and our Fred" de Jill Tweedie en “The Guardian”.
| Entry #2440
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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21 | 3 x4 | 4 x2 | 1 x1 |
| Hoy en día viajar se ha convertido en una simple excusa para trajinar una cámara de un lado a otro, con los viajeros sometidos a la tiranía de las todopoderosas lentes. Aquellos turistas tan anticuados como para contentarse con pararse a contemplar a través de sus anacrónicos ojos se ven desplazados por los fotógrafos, que dan por sentado que, mientras ellos cumplen con el rito del enfoque, nada ni nadie puede moverse o cruzar su campo visual. Esos bichos raros sin cámara tendrán que dejar sitio a aquellos que sí tienen cosas importantes que hacer, esperar mientras se llevan a cabo los rituales y tomarse su tiempo mientras autobuses enteros llegan y masacran el paisaje cual plaga bíblica a golpe de instantánea. Entretanto, poblaciones de países enteros, viéndose fagocitadas, engullidas, absorbidas por el agujero negro del objetivo que los observa, intentan sacar lo que pueden de estos caníbales. ¿Que quieres tomar una foto de mi casa, o de mi camello? Muy bien, paga.
Quizá nada de esto tendría importancia si se estuviese obteniendo algo que mereciese la pena, si ese constante ajetreo y sonar de disparadores diera lugar al final a algo que no existía antes, imágenes que captasen belleza o que testimoniasen una realidad. Desgraciadamente, no es éste el caso. La cámara es simplemente una versión respetable del grafiti. Con ella estampamos nuestra huella en todo aquello que vemos, bajo el pretexto de estar dejando constancia de unas Maravillas del Mundo que ya han sido magníficamente plasmadas por profesionales y que se encuentran a la venta en cualquier librería de barrio o agencia de viajes. Pero claro, ¿de qué iba a servirnos a la vuelta mostrarle a la tía Juani unas postales de la campiña toscana si no figurásemos nosotros en la imagen para atestiguar que estuvimos allí?
Un saliente de piedras no es real, si no estoy yo en medio. Un monumento no existe, a no ser que ahí esté mi esposa, apoyada contra él. Un templo carece del más mínimo interés sin mi cara, con una sonrisa de oreja a oreja, al lado. Con mi cámara me apropio de todo lo bello, lo poseo, lo encojo, lo domestico y lo reproduzco sobre la desnuda pared de mi sala de estar para probar ante un selecto público compuesto por familiares y amigos lo único realmente transcendente acerca de estas maravillas: que yo las vi, estuve allí y las fotografié, luego existen.
extracto de"Amateur Photography: the World as it isn't and our Fred" por Jill Tweedie para The Guardian
| Entry #3161
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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20 | 3 x4 | 3 x2 | 2 x1 |
| Hoy en día, viajar se ha convertido meramente en un medio para transportar una cámara de un lugar a otro. Todos los viajeros se rigen por las lentes todopoderosas. Los turistas suficientemente anticuados que sólo desean detenerse a contemplar el paisaje con sus ojos anacrónicos son empujados a un lado por los fotógrafos, que dan por sentado que mientras realizan su enfoque ritual, no hay nada que pueda moverse ni cruzarse por delante. Esas almas peculiares que no llevan cámara, deben apartarse a un lado para no molestar a aquellos más propiamente ocupados, esperar mientras los rituales se llevan a cabo y tomarse su tiempo mientras los autobuses estacionan y la Diosa Instamática se adueña del paisaje. Y es así como la población de países enteros, al verse canibalizada, deglutida y aspirada dentro de ese ojo penetrante de negros contornos, le arrebata lo que puede a estos caníbales. ¿Querer foto de mi casa, mi camello? Usted pagar.
Nada de esto importaría, quizás, si algo que valiera la pena se estuviera llevando a cabo. Si al final, todo ese trabajo y cliqueo produjera imágenes de belleza o fuera un medio de plasmar la realidad, es decir, algo que no se hubiera hecho hasta el momento. Pero, desafortunadamente, no es así. La cámara es simplemente un graffiti hecho respetable.
La cámara es el medio a través del cual nos imprimimos en todo lo que vemos, con la excusa de registrar las Maravillas del mundo que ya están maravillosamente registradas por profesionales y en venta en las librerías y tiendas de revistas de todas partes. Pero ¿de que sirve mostrarle a la tía Marta postales de los paisajes de Toscana, al volver a casa, si no aparecemos en la foto para probar que estuvimos ahí?
Ninguna cadena de rocas es real a menos que yo me encuentre entre ellas. No existe ningún monumento si mi esposa no aparece apoyándose en el. Ningún templo es interesante si mi rostro no aparece a un lado, sonriendo. Con mi cámara me apropio de todo lo hermoso, lo poseo, lo comprimo, lo domestico, y lo reproduzco en la pared desnuda de mi sala para probar ante una selecta audiencia de amigos y familiares el único hecho absolutamente vital acerca de estas bellezas: Yo las vi, estuve ahí, las fotografié y, ergo, existen.
| Entry #2863
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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18 | 4 x4 | 1 x2 | 0 |
| Todo viaje es hoy en día tan sólo una forma de trasladar una cámara fotográfica de un lugar a otro; todos los viajeros están sometidos al dictado de la lente todopoderosa. Los visitantes tan anticuados que sólo desean detenerse y observar con sus anacrónicos ojos, se ven empujados a un costado por los fotógrafos, quienes dan por sentado que en tanto ellos realizan sus enfoques rituales, ninguna otra cosa puede moverse o cruzar frente a ellos. Aquellas almas extravagantes que no están provistas de máquina de fotos deberán dejar el lugar a los mejor atareados, esperar mientras se desarrollan los rituales, hacer tiempo en tanto autobuses enteros se detienen y lanzan sobre el paisaje al Dios Instamatic. Y poblaciones enteras que se ven devoradas, tragadas, aspiradas por ese ojo negro y fijo, a su vez arrancan a los caníbales lo que pueden. ¿Tú querer foto mi casa, mi camello? Tú pagar.
Nada de esto importaría, tal vez, si se estuviera logrando algo que valiera la pena. Si todo el ajetreo y el hacer clic produjeran, al final, algo que no existía antes, imágenes que atrapan belleza o dicen verdades. Pero, lamentablemente, no es así. La cámara es sólo grafiti que se ha vuelto respetable.
Es a través de la cámara que damos fe de nuestra presencia en todo lo que vemos, con la excusa de registrar las Maravillas del Mundo ya registradas maravillosamente por profesionales y que están a la venta en cada librería o quisco de barro. Pero ¿para qué mostrar a la parentela en casa postales del paisaje toscano, si no aparecemos en ellas para comprobar que lo conocimos?
Ninguna extensión rocosa es real a menos que yo mismo me encuentre sobre ella. Ningún monumento existe si no está mi esposa apoyada contra él. Ningún templo puede ser interesante sin mi rostro, sonriente, a su lado. Con mi cámara me adueño de todo lo que es bello; lo poseo, lo encojo, lo domestico, y lo reproduzco contra la pared vacía de la sala de estar para demostrar a un público escogido de familiares y amigos el único dato esencial sobre esas bellezas: yo las vi, yo estuve allí, yo las fotografié, y, por tanto, existen.
Tomado de “Fotografía amateur: el mundo tal como no es y el turista común” de Jill Tweedie en el Guardian.
| Entry #2983
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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15 | 2 x4 | 3 x2 | 1 x1 |
| Ahora todos los viajes son simplemente un medio para mover la cámara de un lado a otro, el todopoderoso objetivo gobierna a todos los viajeros. Los visitantes suficientemente anticuados como para desear simplemente pararse y contemplar con sus anacrónicos ojos son apartados a un lado a empujones por los fotógrafos, que dan por sentado que nadie puede moverse o cruzar su visión mientras llevan a cabo su ritual fotográfico. Esas peculiares almas sin cámara deben apartarse en beneficio de aquellos ocupados en otros menesteres de mayor importancia, deben aguardar mientras se lleva a cabo el ritual y deben perder el tiempo mientras autobuses a rebosar se detienen y liberan al Dios de la Instantánea ante el paisaje en cuestión. Y las poblaciones de países enteros, viéndose canibalizadas, engullidas por ese fijo ojo negro, sacan lo que pueden de los caníbales. ¿Tú querer foto de mi casa? ¿Foto de mi camello? Tú paga.
Quizás nada de esto importaría si se estuviera logrando algo que valiera la pena. Si el negocio y los clics constantes produjeran , al final, lo que no existía antes, capturar una bella imagen o contar una verdad. Pero por desgracia, ese no es el caso. La cámara es un simple graffiti cubierto con una capa de respetabilidad.
La cámara es el medio por el cual nos incrustamos en todo lo que vemos, bajo la excusa de grabar las maravillas del mundo, ya maravillosamente grabadas por profesionales y en venta en todos los kioskos y librerías. ¿Pero de qué sirve enseñarle a la tía Pepa, de vuelta a casa, postales de un paisaje en la Toscana, si no estamos en la foto para probar que estuvimos allí?
Ningún puñado de rocas adquiere veracidad salvo que yo esté allí. Ningún monumento existe a menos que mi mujer se apoye en él. Ningún templo tiene el más mínimo interés a menos que mi cara se encuentre junto a él, sonriendo bobamente. Con mi cámara me apropio de todo lo que sea bonito, lo poseo, lo encojo, lo domestico y lo reproduzco en la pared blanca de mi sala de estar para demostrar a una selecta audiencia compuesta por familiares y amigos el único hecho absolutamente crucial sobre esas bellezas: yo las vi, yo estuve allí, yo las fotografié y, por eso, existen. | Entry #2666
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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13 | 2 x4 | 2 x2 | 1 x1 |
| Viajar hoy en día solo es una manera de llevar de un lado a otro la cámara fotográfica y los turistas son gobernados por el lente todopoderoso. Los visitantes a la antigua, que nada más quieren detenerse a mirar las cosas con sus ojos anacrónicos, son empujados a un lado por los fotógrafos quienes suponen que mientras ellos estén enfocando ceremoniosamente su cámara nada debe moverse a su alrededor ni obstaculizar su vista. Los extraños sujetos carentes de cámara, deben dejarle el lugar a aquellos que estén mejor equipados, esperar hasta que terminen su ritual y ocuparse de otra cosa mientras autobuses llenos de turistas se detienen y vierten sobre el paisaje a los devotos de las cámaras de bolsillo. Las poblaciones de países enteros, que se ven devoradas, tragadas, succionadas por el ojo negro que las mira, arrancan de sus victimarios lo que pueden diciendo "¿Quieres retratar mi casa, mi camello? Paga"
Estos hechos quizás no importarían si algo valioso se obtuviera de ellos, si todo ese ajetreo y disparos de obturadores consiguieran algo nunca antes visto: la belleza encapsulada en una imagen o la revelación de una verdad. Pero, por desgracia, no es así. La cámara fotográfica no es más que graffiti socialmente aceptado.
Ella es el medio que permite estampar nuestra propia imagen en todos los escenarios, con el pretexto de dejar constancia de las Maravillas del Mundo, aunque estas ya hayan sido registradas magníficamente por profesionales y estén a la venta en todas las librerías y puestos de periódicos. Pero qué caso tendría mostrar a la tía Maud, al regresar de nuestro viaje, una postal del paisaje toscano si no apareciéramos en ella para comprobar nuestra visita.
Ninguna extensión de rocas existe materialmente si yo no estoy en medio de ella. Ningún monumento tiene razón de ser si no se recarga mi esposa en él. No hay templo de interés alguno si junto a él no aparece mi cara sonriente. Con la cámara me apropio de todo lo que es bello, lo poseo, lo reduzco, lo domestico y lo proyecto en la pared desnuda de mi sala, para mostrar a un público selecto de amigos y familiares el único hecho fundamental relativo a esas bellezas: yo las miré, estuve en medio de ellas, las retraté y, por lo tanto, existen. | Entry #2573
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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12 | 2 x4 | 1 x2 | 2 x1 |
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Viaje
Todo viaje es hoy una mera excusa para llevar la cámara de fotos de un lado a otro, todo viajero está regido por la lente todopoderosa. Los fotógrafos, que dan por sentado que, mientras proceden con sus rituales de enfoque, nada ni nadie debe moverse o cruzarse en su campo visual, corren a empujones a los veraneantes anticuados que se contentan con pararse y mirar con sus ojos anacrónicos. Esas peculiares almas sin cámara se deben hacer a un lado para dar lugar a aquellos que están apropiadamente ocupados, deben esperar mientras los ómnibus se detienen y desatan sobre el paisaje al dios instantáneo. Y los pobladores de todos los países que se ven canibalizados, deglutidos, aspirados por el ojo fijo, negro y redondo, les sacan lo que pueden a los caníbales. ¿Querer fotografiar mi casa, mi camello? Usted pagar.
Nada de esto importaría, tal vez, si se lograra algo que valiera la pena. Si todo este constante ajetreo y clickeo produjera al final algo que no hubiera existido antes, imágenes de la belleza capturada o de una verdad contada. Pero, lamentablemente, no es así. La cámara no es más que un graffiti autorizado.
La cámara es el medio por el cual estampamos nuestra presencia en todo lo que vemos, con la excusa de estar registrando las maravillas del mundo –que ya están maravillosamente registradas por profesionales, y a la venta en todas las librerías y en los kioscos de todas las esquinas. ¿Pero de qué nos sirve mostrarle a la tía Maruja, una vez de regreso en casa, una postal del paisaje toscano, si nosotros no aparecemos en la foto como prueba de que estuvimos allí?
Ningún camino pedregoso existe a menos que yo esté en él. Ningún monumento tiene existencia si no fuera porque mi esposa está reclinada contra él. Con mi cámara me adueño de todo lo que es hermoso, lo poseo, lo reduzco, lo domestico, lo reproduzco y lo cuelgo en la pared vacía de mi sala para probarle a una audiencia selecta de amigos y familiares el único y absoluto hecho vital sobre estas bellezas: yo las he visto, he estado allí, las fotografié y ergo, existen.
Extraído de “Fotografía amateur: El mundo tal cual no es y nuestro querido Fred”
por Jill Tweedie en el periódico the Guardian
| Entry #3163
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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11 | 2 x4 | 1 x2 | 1 x1 |
| El viajar hoy en día es meramente un medio para mover una cámara de un lugar a otro. Todos los viajeros son dominados por la gran lente todo poderosa. Los viajeros que son lo bastante anticuados, como para sólo desear pararse y ver con sus ojos anacrónicos son empujados hacia los lados por los fotógrafos, quienes dan por hecho que mientras ellos hagan su ritual de enfoque nada de lo que está a su alrededor podrá moverse o cruzar su campo visual. Aquellas otras almas peculiares que no tienen cámara deben pararse al lado de los que se encuentran más propiamente ocupados, deben esperar a que los rituales se lleven a cabo y deben esperar su turno mientras que autobuses enteros se paran y desenvuelven a la Diosa Instantánea delante del paisaje. Y las poblaciones de países enteros al sentirse canibalizadas, devoradas, absorbidas por el ojo vigilante de aro negro, arrebatan lo que pueden a los canibales. ¿Quieres foto, mi casa, mi camello? Paga.
Nada de esto importaría, quizás, si se lograra algo que valiera la pena. Si la constante actividad y el disparo de las cámaras produjera al final, lo que no existía antes: imágenes que capturan la belleza o dicen la verdad. Pero tristemente esto no es así. La cámara es simplemente un graffiti que se ha hecho respetable.
La cámara es el medio por el cual ponemos una estampa de nosotros en todo lo que vemos, lo hacemos subrepticiamente al retratar las Maravillas del Mundo que ya son retratadas maravillosamente por profesionales y que están a la venta en las tiendas de libros y puestos de periódicos y revistas de la esquina.
Pero al regresar a casa ¿de que nos serviría enseñarle a la Tía Maud postales de los paisajes de Tuscanía si no aparecemos en la foto para demostrar que estuvimos allí?
Ningún paisaje de rocas cobra valídez a menos de que yo aparezca en el. Ningún monumento existe si mi esposa no aparece reclinada sobre él. Ningún templo resulta interesante si no aparece a un lado mi cara sonriente.
Con mi cámara me apropio de todo lo hermoso, lo poseo, lo reduzco, lo domestico y lo reproduzco en el muro vacío de mi sala de estár, para demostrarle a un grupo selecto de amigos y familiares el único y absoluto hecho vital acerca de éstas bellezas: yo las ví, estuve allí, las fotografíe y por lo tanto existen.
De " Fotografía Amateur: El Mundo tal y como no es y nuestro amigo Fred" escrito por Jill Tweedie en el Guardian. | Entry #3065
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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4 | 0 | 1 x2 | 2 x1 |
| Hoy en día todo viaje es simplemente una forma de mover una cámara de un sitio a otro, todos los viajeros están dominados por las todopoderosas lentes. Aquellos visitantes que son lo suficientemente anticuados como para sólo querer situarse y mirar con sus ojos anacrónicos, son empujados hacia un lado por los fotógrafos, los cuales dan por hecho que mientras ellos realizan su enfoque ritual, nada más puede moverse o cruzarse en su campo de visión. Esas peculiares almas sin cámara deben retirarse hacia un lado en favor de aquellos con una ocupación más provechosa, deben esperar mientras tiene lugar el ritual, y deben tomarse su tiempo mientras autocares enteros se detienen y sueltan sobre el paisaje al Dios Instamatic. Y las poblaciones de países completos, viéndose devoradas por los caníbales, engullidas, abducidas por el ojo del anillo negro, exprimen lo que pueden de los caníbales.¿Quieres sacar una foto de mi casa, de mi camello? Pues pagas.
Nada de esto importaría, quizá, si se consiguiera algo que mereciera la pena. Si el constante ajetreo y el apretar de botones produjera, al final, lo que antes no existía, imágenes de la belleza capturada o de la verdad dicha. Pero, por desgracia, esto no es así. La cámara sólo es graffiti hecho respetable.
La cámara es la forma en la que nos acoplamos a todo los que vemos, con la excusa de reproducir las Maravillas del Mundo que ya han sido bellamente reproducidas por profesionales y que se venden en cada kiosco o librería de la esquina. Pero, ¿de qué sirve, una vez en casa, mostrar a la tía Maud postales del paisaje toscano si no aparecemos en las fotos para demostrar que estábamos allí?
Ninguna extensión de rocas es veraz a no ser que esté yo en ella. No existe ningún monumento si no fuera porque mi mujer se recuesta contra él. Ningún templo tiene interés sin mi cara a su lado, sonriendo abiertamente. Con mi cámara me apropio de cualquier cosa bella, la poseo, la reduzco, la domestico y la reproduzco en mi salón vacío para demostrar delante de una seleccionada audiencia de amigos y familiares el único hecho vital de estas bellezas: las ví, estuve allí, las fotografié, luego existen.
de "Fotografía Amateur: cómo no es el mundo y nuestro Fred " por Jill Tweedie en The Guardian | Entry #2452
Voting points | 1st | 2nd | 3rd |
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2 | 0 | 1 x2 | 0 |
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