La paradoja de la góndola (del supermercado, no de Venecia), que no existe y acabo de acuñar, establece que la frustración generada por el tiempo perdido eligiendo un producto es directamente proporcional a la irrelevancia de esa decisión para nuestras vidas. Dicho de otro modo, es lo que pasa cuando uno se queda mirando bidones de lavandina sin saber cuál llevarse. Poco puede variar entre una fórmula de hipoclorito de sodio y otra cuando lo que interesa es su poder de desinfección, y sin embargo ahí nos quedamos, mirando y comparando bidones como si fueran chocolates suizos.
Pero siglos antes de la existencia del supermercado como lo conocemos vivió Jean Buridan, filósofo francés que defendía la existencia del libre albedrío y afirmaba que es posible tomar cualquier decisión utilizando la razón. En respuesta, algunos críticos de su postura imaginaron la situación de un asno frente a dos montones de heno que, ante la duda infinita de cuál es el más apetitoso, no puede decidir y muere de hambre.
Se trata, según algunos, de una paradoja, ya que pudiendo comer no lo hace porque no puede decidir qué montón es más conveniente (ambos montones le parecen iguales). Pero lejos de hacerme pensar sobre el rol de la razón en la toma de decisiones, a mí esta historia me despierta una pregunta sobre el asno. Y lo que me pregunto no es qué hace o no el asno, sino qué sabe. Y, más específicamente, si sabe que no sabe cuál es la mejor decisión posible.
| The gondola paradox ("gondola" referring to the technical term for supermarket shelving, and not that of Venice), a non-existent term that I have just coined, establishes that the amount of time wasted choosing a product is directly proportionate to how irrelevant this decision is to our lives. For example, when you stand staring at containers of bleach without knowing which one to pick. There may be little difference between one that contains sodium hypochlorite and one that is a powerful disinfectant, but nonetheless we stand there, perusing and comparing containers as if they were Swiss chocolates. But centuries before supermarkets existed as we know them lived Jean Buridan, a French philosopher who upheld the existence of free will and maintained that any decision can be made using reason. Some critics of his stance have likened it to an ass standing in front of two piles of hay who, having lingering doubt over which would be the most tasty, is unable to choose between them and dies of hunger. This is a paradox, some say, as the ass could eat but doesn't because he can't decide which pile is best (both piles look the same to him). But far from leading me to ponder the role of reason in decision making, this makes me wonder about the ass. I don't wonder about what the ass does or doesn't do, but what he knows; more specifically, whether he is aware that he doesn't know which decision is the best. |